«No es crear un proyecto para la beca, es aprovecharla para materializar algo que ya está». Diego Molina, Técnico en procesamiento digital y Tecnólogo en informático musical.
«¿Si no hay estímulos cuál es la otra base o la apuesta cultural de la ciudad?» Javier Burgos. Ex Coordinador Casa de la Cultura Los Alcázares.
«Hoy gran parte de los equipamientos, proyectos, festivales, espacios que ofertan y que se hacen preguntas por la cultura en la ciudad son resultado de procesos de reivindicación frente a la violencia». Ana María Restrepo, Directora del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia
«El gran hito para tener ‘Estímulos’ fue la Constitución del 91. Desde ese año los planes de gobierno debían incluir procesos culturales y el tema del reconocimiento del otro. María Emma Mejía y la Consejería Presidencial para la Paz tuvieron un rol fundamental en Medellín». Victor Muñoz. Artista e integrante del Museo Casa de la Memoria
«Hace falta esa conexión del Programa de Estímulos con la academia o con los gremios específicos». Olga Acosta. Co-Directora de Puente
“Una falta de conocimiento de las especificidades de las modalidades hace que los montos que se ofrecen, los tiempos de ejecución que se proponen y los resultados esperados estén alejados de la realidad de cada sector” Álvaro Vélez. Historiador y Dibujante.
“Hay algunos Estímulos que casi han pasado inmodificables por décadas, porque son entendidos como una conquista de la gestión de los sectores artísticos de la ciudad”. Carlos Mario Guisao. Subsecretario de Arte y Cultura (2012 – 2016).
«La globalización de la telecomunicación y de la información nos permite tener una banda sinfónica en la palma de la mano». LuZero. Artista
«Es muy duro el asunto de la cultura en una ciudad donde quienes nos administran tienen un pensamiento de san andrecito» Germán Arango “Lukas Perro”. Corporación Pasolini.
«¿Cómo se mide la trayectoria de un artista? En un momento era edad, en otro era número de exposiciones…¿Y es que uno cuándo emerge? Si yo me gano una beca, pero después no tengo con qué comer y nadie me conoce… emergí y me sumergí”. Juan Caicedo. Artista y docente.
“En la Secretaría de Cultura no tienen una apuesta de difusión a la altura de ese recurso tan importante”. Javier Burgos. Ex Coordinador Casa de la Cultura Los Alcázares.
“Yo creo que podrían existir otro tipo de reconocimientos, la beca más poética… así no ganara. Y que de pronto las personas pudieran aspirar a ese reconocimiento incluso más que el dinero, porque acá nos estamos educando en ganar… es como un casino. Pero incluso en Las Vegas existe entretenimiento para los perdedores”. Federico López
«Hay una cosa con los artistas, y es que nos sentimos avergonzados de cobrar lo que vale el trabajo» Carlos César Arbeláez. Guionista. y jurado en el Programa de Estímulos.
«¿Qué tanto el secretario y el subsecretario tienen la capacidad de determinar qué se hace y qué se programa en Medellín? Eso, a mi modo de ver, es una concentración muy delicada del poder y de la decisión. María del Rosario Escobar. Secretaria de Cultura Ciudadana (2012-2016)
«Es normal ver que en muchos festivales se traen unas figuras internacionales que cobran mucho, pero aquí le ofrecen tres pesos a los músicos, y eso es tenaz». Natalia Valencia. Música compositora. Magíster en Música con énfasis en Composición.
“Creo que muchos de los artistas que participan de las becas piensan a gran escala pero que sin las becas no podrían haber hecho las obras que hacen» Alejandro Vásquez, sector cultural, Director Galería Paul Bardwell, Centro Colombo Americano
“Creo que es tóxico que un ente gubernamental determine el tema de creación de las convocatorias. Si es así deberían llamarse “Becas pedagógicas de creación usando el arte como medio” Esteban Betancur. Docente Investigador – Música y programación
«Sobre la innovación: Tengo problemas con ese término. Veo que es más empresarial. Para que las empresas o las ciudades aparezcan en rankings». Diego Molina, Técnico en procesamiento digital y Tecnólogo en informático musical.
«Queremos unas becas con pocas ataduras para evitar el peligro de estatizar la cultura o de subordinarla» Jorge Melguizo. Secretario de Cultura Ciudadana (2005 – 2009).
«Las becas no estimulan la creación, estimulan la creación sociológica, es decir, estimulan los almuerzos» Santiago Rodas. Poeta. Grafitero. Co-fundador editorial Atarraya.
«El Acuerdo Municipal 48 de 2011 ha garantizado la continuidad del programa de convocatorias públicas de arte y cultural, pese a los cambios de administraciones» Isabel Cardona. Coordinadora Programa de Estímulos 2008 – 2011.
«Pronto se tiene que acabar la quemadera de DVD, la enviadera de documentos». Tomás Campuzano. Realizador audiovisual y Co-director de Mamut.
“El Consejo Municipal de Cultura tiene una incidencia importante en decidir cuáles son las categorías (áreas y modalidades de los Estímulos) porque se supone que son los que están en campo abierto» Javier Burgos. Ex Coordinador Casa de la Cultura Los Alcázares.
“En Medellín lo que se promociona es competitividad y globalidad, que es un discurso estándar como respuesta a la agenda neoliberal que en Colombia está bien implementada desde los 90 con César Gaviria» Gyna Millan. Investigadora.

“La fuerza de Barrio Comparsa fue la fuerza de la comunidad”

Con 28 años en el escenario de la Cultura Viva Comunitaria, esta Corporación es uno de los símbolos de la resistencia social y cultural a la crisis violenta que vivió Medellín en los 90.

Luis Fernando García, conocido en el mundo de las artes como “El Gordo”, recibe a los visitantes del Taller de la Alegría con la tranquilidad y la claridad que le han dado más de 40 años construyendo un camino que lo convirtió en uno de los líderes de la Cultura Viva Comunitaria en Medellín.

Sus historias dan razón de una época y de una decisión: cuando la ciudad pasaba por una de sus épocas más aciagas, un grupo de jóvenes se opuso a que los violentos se apoderaran de las calles. Con arte y cultura destruyeron el miedo que tenían, y el temor a habitar la calle que se mantenía entre muchos de sus vecinos.

En medio de esta entrevista, a “El Gordo” le llegó la visita de otro de los fundadores de Barrio Comparsa, Gonzalo Giraldo, quien convirtió este monólogo en un diálogo sobre la historia que vivió Medellín desde los 90 hasta hoy, a través de la mirada de una Corporación que no ha parado de jugar.

¿En qué está hoy Barrio Comparsa?

Luis Fernando “El Gordo” (LF): Para nosotros este tiempo es demasiado importante porque hemos logrado encontrar el cómo hacer, para qué hacer, y en qué puede ayudar nuestro proceso a la transformación de la ciudad, con todas las dificultades, la violencia y esa lucha de resistir en el territorio a pesar de la adversidad.

Fuimos recogiendo la memoria simbólica, poética y musical de lo que los muchachos jugamos y recreamos en estos 28 años: montajes de juego público, comparsas callejeras, rituales ecológicos. Ellos no se creían Tarzán, ni Batman, ni Superman, pero se creían el Mago Arcoíris, por ejemplo. Y lo vivenciaban en unos zancos, con unos colores y una simbología. Entonces nos dedicamos a producir la estética, la simbología, la poesía y la música que la ciudad requiere para la calle.

Ahora podemos ofrecerle a la ciudad una metodología –entorno a la comparsa y al juego público– que recorra los barrios, que se interponga en el espacio público donde nacimos nosotros, que conecte y rompa esas fronteras del miedo, de la desesperanza, del desarraigo, porque esa cantidad de barrios con culturas desplazadas nos da la posibilidad de decirle a la política cultural de la ciudad: hay un Taller de la Alegría que interviene ese tipo de comunidades. En la parte creativa hemos construido una especie de tarot para el corazón de la alegría de la ciudad. Por eso creo que ahora estamos en un momento muy lúdico, muy creativo, muy colorido.

¿Y cómo ha cambiado el corazón de Medellín en estos 30 años?

LF: En los 90 hubo miedo, terror, ausencia del Estado, soledad, exclusión. No teníamos el mapa político del territorio construido completamente porque faltaban los corregimientos.

En nuestro ciclo inicial estuvimos confundidos por la situación y con un desconocimiento real de lo que se vivía por dentro de esa guerra: quién la hacía, cómo la hacía, pero todos metieron la mano en paralelo, y todos salieron huyendo, nadie era responsable y la ciudad se fue quedando sola.

Ahí es donde organizaciones como la nuestra, como Nuestra Gente y otras, pensamos que perder el espacio público era perder la casa de la cultura de nuestras organizaciones, porque nuestra casa de la cultura es la calle, la esquina, la cancha de fútbol, el parque, la sombra del árbol gigante. Era arrebatarnos el espacio del encuentro.

Después viene toda una movilización a partir de las mesas de trabajo de la Consejería Presidencial. Ya la ciudad empieza a tener menos miedo, a juntarse a discutir, a hablar cuáles pueden ser las alternativas de futuro. Y nosotros participamos en las mesas de trabajo de ese proceso, y poníamos como propuesta las alternativas sensibles.

Gonzalo Giraldo (G): Ante la situación de guerra y de desapego en la ciudad, el asunto no es fortalecer la seguridad, es fortalecer la convivencia. Y para hacerlo qué mejores armas que el arte y la cultura que generan esa posibilidad de que la gente acceda a una nueva comprensión de sí mismo y de los demás, que encuentra elementos comunes de una cultura común.

Tan es así que, en los últimos cinco años donde han vuelto a poner a la seguridad como elemento fundamental de la ciudad, qué ha pasado: se fortalecieron las bandas, la guerra. Volvimos a situaciones que supuestamente habíamos sido capaces de superar en los barrios. Y eso para mí es resultado de la aplicación de una mala política, porque ellos creen que el problema es reprimir solamente. Aquí hay una vaina errada con la institucionalidad, que no entiende realmente cuáles son los procesos que se están robusteciendo y creando cuerpo y ganancias en los barrios.

LF.: Si ves el mapa, los que muestran sobre los puntos de las bandas delincuenciales, de 300 bandas o más para 30 o 40 organizaciones comunitarias. Para nosotros es un contexto muy difícil porque los chicos cogen para donde les estén resolviendo los problemas económicos. Y eso es lo que en un principio le interesa a la gente.

La ciudad por momentos enfrenta tiempos que parecen cíclicos, ¿qué hace Barrio Comparsa en estas situaciones?

LF: Hay que cambiar el lenguaje de la duda, del corrupto, del que le da dedo al otro, del que tumba al otro. Hay que empezar a hablar de otra manera. La ciudad ha caído en unos símbolos de miedo y de terror, y ahí es donde digo que deben estar presentes el color, el llamado a la solidaridad, a la expresión creativa, a los cantos de poemas, a los rituales en los parques, a la confianza entre los seres, al rompimiento de esas fronteras del miedo.

El Taller de la Alegría propone un lenguaje distinto, un comportamiento ciudadano de una manera más armoniosa y ese es el llamado. Yo busco siempre que Barrio Comparsa esté proponiendo. Y creo que hemos encontrado respuestas comunitarias y de jóvenes muy positivas, que toman la decisión de cambiar de actitud y terminan haciendo desarrollo y transformando la cultura del territorio, por eso una transformación es la construcción de estas políticas de reconocimiento territorial.

Es muy importante un recurso para ese tipo de formación ciudadana a través del arte. Ese es un ejercicio de gestión permanente entre nosotros y la política, porque nosotros estamos haciendo una presencia que la debería hacer el Estado en unas comunidades en las que se ha roto todo.

Es indudable que hemos mejorado, pero pareciera que el camino para dejar definitivamente la violencia en Medellín no está trazado del todo…

LF: La ciudad ha hecho muchos ejercicios, y aún persistimos algunos ejercicios en mantener la idea presente. Creo que este momento es muy coyuntural también: ya tengo 63 años y todavía sigo jugando, y creo que esto no para. Si el Estado está en crisis nosotros estamos más unidos, porque tenemos que estar permanentemente, solidariamente, cogidos de la mano porque sabemos que es lo único que nos queda.

Cuando yo veía que esto no tenía salida alguna, que me veía solo porque en momentos muy difíciles me he sentido solo, la respuesta era la alegría, el trabajo, la tranquilidad, el amor. Cuando no se logran las cosas y empieza a dar diabetes y estrés, la insulina mía es jugar, tener la casa abierta, que vengan los muchachos a ensayar la música, y a reunirme con la gente. Eso es lo que lo alimenta a uno.

G: Nosotros nos mantenemos en la idea de que la dinamización artística y cultural es lo básico para transformar estas comunidades que, por sus condiciones de existencia, tienden a ser carne de cañón de todas estas organizaciones delincuenciales. Lo que yo creo es que la lectura que hace el Estado de esto es totalmente distinta a la lectura que nosotros estamos haciendo. Tan es así que ellos van por un lado contrario a todo lo que nosotros hemos hecho.

Aquí nadie se ha enriquecido, los bienes materiales en este caso son secundarios. Lo que importa es el humanismo, lo que logramos hacer con la gente, cómo se logra transformar, cómo se logra que la gente misma se supere a sí misma.

Frente a la meta con la que comenzaron, ¿han cumplido el objetivo?

LF: Este es el momento más creativo y lúdico de Barrio Comparsa, en el sentido de devolverle a la ciudad lo que aprendió y lo que sirvió, porque esto no es un proyecto sino una realidad. Esta es una forma de expresión viva en la ciudad, que ya la han replicado los barrios que tienen carnavales y comparsas. Hemos construido una metodología lúdica, festiva y recreativa para la armonía comunitaria.

G: esta es una metodología y un proceso que ha dado muchos resultados durante 30 años. De hecho, la mayoría de las comunas están llenas de jóvenes inscritos en comparsas y chirimías, en eso que fue el producto de este trabajo sistemático, que se ha venido haciendo en todos los barrios de la ciudad.

¿Qué otros resultados resaltan de Barrio Comparsa en estos 28 años?

LF: Ver a mis hijos con Siguarajazz o a mi hija Camila en Caja Lúdica en Guatemala, 10 años de trabajo empoderados, ese es un regalo.

G: Caja Lúdica fue un regalo que le hicimos a Centroamérica. Fuimos después de que Guatemala firmó los acuerdos de paz y logramos presentar nuestra propuesta lúdico-creativa como un proyecto para el proceso de posconflicto, ganamos y allá está. Eso fue en el 2000 y seguimos, 18 años después, con ese proyecto consolidado y exhibiéndolo en toda Centroamérica. Los han llevado a Holanda, a España, esos chicos han estado en talleres con el Circo del Sol. Allá ha sido fundamental la cooperación internacional.

¿Y en qué siguen trabajando ustedes?

Luis Fernando García (LF): Hace poco nos presentamos a la convocatoria de Cultura Viva Comunitaria, para hacer una prueba más en el Faro, comuna 8: 260 familias que vienen desplazadas. Y la propuesta se llama El Taller de la Alegría en la comuna 8, barrio El Faro.

Eso es lo que nos mantiene y nos da alegría; en el otro lado está el ejercicio de buscar los recursos, que a veces no nos ayudan para lograr un impacto mucho más fuerte, pero el proceso es permanente con o sin recursos.

Yo ayer, por ejemplo, tuve dos reuniones en el Taller de la Alegría. En la mañana de Cultura Viva Comunitaria y en la tarde con los hijos de Soraya, de El 12 de octubre, que van a hacer un festival de teatro que tiene convocatoria con la Alcaldía, y ellos me contaban cómo les había transformado la vida todo este proceso.

Yo estaba conmovido porque los líderes de este proceso eran los niños de una compañera nuestra que fue asesinada en los 90. Y ella dejó un legado lúdico y festivo que ahora se llama Comparsa Luna Sol. También, durante la conversación, les devolví una imagen del año pasado: “El Gordo” parado en El 12 de octubre viendo pasar 10 cuadras de muchachos montados en la película durante el Festival de La Matraca: señoras, niños, escuelas, yo quedé impresionado.

En esa época empiezan a aparecer nombres como Luna Sol, Inventario de sueños, Recreando, Renovación. Eran los conceptos de lo que estaban pensando en transformar los muchachos. O vaya también a la Comuna 13, donde hay chicos a quienes la comparsa se les convirtió en una herramienta de expresión que une la música, la danza, los zancos, el circo, para poder manifestarse.

Ya vamos en la cuarta generación, he visto a los hijos de Barrio Comparsa con niños en las manos. Lo que soñábamos nosotros hace 28 años, que las comunidades formaran las comparsas y todo, ya es una realidad. Y creo que esa es la muestra de que sirvió.

Gonzalo Giraldo (G): Es que esto genera un espacio de convivencia y de intercambio cultural, y una nueva tónica en las relaciones interbarriales. Que no sea solamente un efecto del arte por el arte, sino que se genera un espacio de diálogo intercultural que en últimas va a dar posibilidades de trascender la violencia.

¿Y qué le falta hoy a ese sueño con el comenzaron hace casi 30 años?

LF: La construcción de una política con gran inversión y esa inclusión de este tipo de expresiones y manifestaciones. La inclusión no se hace solamente con incluir un concepto en el Plan de Desarrollo, debe tener recursos.

Desde su perspectiva, ¿qué han posibilitado estos primeros 15 años de los Estímulos de Arte y Cultura?

LF: La pedagogía de la participación y la priorización que van enseñándole a la comunidad a reconocer que hay proyectos para la transformación desde la cultura.

El hecho de que ya la forma de participar sea a partir de convocatorias, que salgan propuestas que incluyen temas de desarrollo cultural, hace posible que los jóvenes y las organizaciones vayan entendiendo que una de las formas de participar es a través de ese nivel de organización y de metodología: convocatorias, temas abiertos el reconocimiento a los sectores afros, indígenas, entre otros.

También algunos espacios de ciudad como el Desfile de Silleteros o de Mitos y Leyendas fueron muy importantes para la presencia de estas organizaciones pues algunos proyectos iban y se mostraban en este espacio. Ya no era hacer un desfile de Mitos y Leyendas diseñado para que la gente se entretuviera, era mostrar los procesos de las organizaciones que estaban participando en esos procesos de formación. Creo que pedagógicamente ayudó muchísimo a que la ciudad se fuera metiendo, y de qué manera, a ese tipo de participación.

También amplió el mapa porque han ingresado propuestas desde los territorios rurales, y de los territorios barriales, porque la política de la cultura de Medellín primero estaba concentrada en el centro: los grupos reconocidos del centro, pero nada allá en la periferia. Entonces ahí empezamos a dialogar, a proponer, a hacer pruebas, ensayos.

Creo que ha permanecido esa política, y cada vez hay que irla construyendo y fortaleciendo más para que la Secretaría de Cultura Ciudadana tenga de verdad una inclusión del proceso que vive la ciudad: que se puedan mostrar esas manifestaciones y que se pueda dialogar a través de las expresiones en proyectos mucho más pertinentes, orgánicos. Procesos que estén vivos y se mantengan en las comunidades, no como algo que llega del exterior para entretener.

Creo que ese es el aporte que nosotros hemos hecho, de esta movilización de voluntarios, y de soñadores, y de creadores que tenemos como eje esa armonía, la valoración de esa cultura.

¿De dónde surge “A Recreo Teatro” que fue el predecesor de Barrio Comparsa?

LF: “A Recreo Teatro” era El Gordo solo con unos zancos, un tambor, un pequeño disfraz, un costal y tres muñecos: el sol, la luna y el diablito, recortados y pegados de un palo de escoba como una silueta. Yo le llamaba “A Recreo Teatro al costal”.

Yo hacía mis prácticas de ensayo en el Jardín Botánico. Yo soy nativo del Bosque de la Independencia. Paralelo crecía el basurero que era Moravia: intentando sacar a los niños del basurero los llevaban al Bosque, y me fui metiendo –ayudándole a la recreacionista– acompañándolos en los recorridos. Terminé de voluntario como 10 años allá, esa fue mi escuela lúdica porque me inventaba los cuentos, jugaba y así fui creciendo.

Allá aprendí mis primeros pasos en los zancos, y empecé a metérselos a la recreación. Después fui encontrando parceros a los que les gustaba la idea: llegué a tener hasta 22 actores solidarios. Entonces se fue cualificando “A Recreo Teatro” como una propuesta lúdica, callejera, y ahí empezó todo este proceso.

¿En qué año salen de Manrique?

LF: Salimos en el momento más difícil, cuando creímos que nos iban a levantar. Ese fue uno de los únicos momentos en los que sentí miedo, era tomar una decisión para proteger algo. Estamos hablando del 89, “A Recreo Teatro” era el que estaba haciendo el trabajo allá primero. Cuando nosotros intervinimos con Barrio Comparsa ya habíamos sacado los zancos, los muñecos y bajábamos de Santa Elena a cubrir los eventos porque no arriesgábamos el barrio.

Eso fue como un desplazamiento. Sin embargo, yo entraba y salía porque hacía una actividad de formación y educación en la acción comunal del barrio. Además, inmediatamente tomó fuerza la idea y comenzamos a soñar la movilización cultural, el visitar los barrios. Jorge Blandón de Nuestra Gente propone, y vamos con Gonzalo y con Vicky, a hacer una “patinada por la nororiental”, a construir un mapa de los actores culturales.

¿Qué recuerda de los inicios de Barrio Comparsa?

LF: Antes de que naciera Barrio Comparsa, recuerdo la primera comparsa que hicimos con “A Recreo Teatro” en el 90. La hicimos en Manrique en el Día del Teatro, tratando que el barrio quitara ese miedo.

Yo me impresioné porque no salió nadie: Barrio Comparsa pasaba y la gente la veía desde las ventanas y los niños detrás de las rejas. A la gente le daba miedo, miraban como si allá viniera un tropel. Y lo que venía era la comparsa, hubo muy poca participación de la gente del barrio por ese miedo tan grande.

Ahí comenzamos a darnos cuenta y a empezar a buscar con Nuestra Gente un diálogo de cuál iba a salir. En el 90 surge la idea de juntarnos, sacar los tambores, sacar de todo. Eso había que hacerlo porque estábamos hundiéndonos.

¿Recuerdan qué los reunió como jóvenes y los impulsó a la acción?

G: Hemos sido gente que ha luchado por ser libre toda la vida y lo que más nos conmovió fue que el narcotráfico hubiera sacado esos volantes diciendo que había toque de queda. Nos revelamos contra eso, y dijimos no vamos a aceptar ningún toque de queda y menos por organizaciones delictivas.

Ahí fue cuando decidimos tomarnos las calles de las comunas, así nos mataran. Dijimos: nos vamos a tomar las calles porque no vamos a permitir que semejantes delincuentes vengan a decirnos qué es lo que tenemos que hacer. Esa fue una reacción, una rebeldía contra los grupos, especialmente contra La Terraza que eran los que dominaban en la nororiental. Nos rebelamos contra esas imposiciones que buscaban aterrorizar y acabar con la vida normal de las personas.

A partir de ahí surgió Barrio Comparsa, y dijimos: vamos a empezar un proceso en todas las comunas, y a las armas, a los fusiles y a las pistolas les vamos a oponer maracas, tambores, disfraces, un colorido para que ellos vean que esto es otra cosa distinta.

LF: A veces digo yo: este es un proyecto de comunicaciones, es una forma de enseñar a comunicarse con el otro. Hasta allá hemos llegado a pensarlo. Es una comunicación directa con cosas concretas, objetivos concretos y una metodología alegre.

¿De qué se trató la movilización ciudadana de marzo de 1991?

LF: Los ensayos de “A Recreo Teatro” duraron casi 14 años, el antecedente de los elementos lúdicos y festivos que le propusimos a la movilización de Barrio Comparsa en el 91. Les decíamos a Jorge Blandón de Nuestra Gente y a los otros grupos: tenemos una idea de comparsas, de zancos y nosotros podemos aportar todo eso a la calle. A Recreo Teatro pone todos esos juguetes y los mete a esa experiencia. Llegamos 56 grupos de todo tipo de formas a la movilización del 4 al 11 de marzo de 1991: día por día, sin parar, desde Santa Cruz hasta Manrique, desde Santo Domingo hasta Granizal. Barrio Comparsa comenzó esa gran activación, y de ahí entra Arriba mi barrio, y los medios porque a la comuna nororiental no entraba nadie, allá le daban bala a todo el mundo.

Terminamos en una gran comparsa el 10 de marzo y ya la ciudad sabía de nosotros. Los medios se pegan de nosotros y comienza a entrar el diálogo a la Nororiental con el Estado. Entonces se dio ese poder fantástico de juntarse con otros, de soñar juntos y recrear juntos, y ser solidarios en un momento tan difícil.

La fuerza de Barrio Comparsa fue la fuerza de la comunidad. Nosotros fuimos simplemente unos sensibilizadores que quedamos comprometidos para siempre porque eso fue un pacto. “El Gordo” ya no tiene reversa, se tiene que quedar en la jugada, ya voy a ajustar 42 años jugando, recreando, haciendo el ritual de la esperanza. Construyendo ese ritual, y no lo he hecho solo, los he hecho con mucha gente. Eso es todos juntos.

¿Cómo fue el vínculo con “Arriba mi barrio” y la Consejería Presidencial?

LF: El primer día que María Emma Mejía iba a presentarles lo que iba a hacer la Consejería Presidencial para Medellín a los líderes de la Comuna Nororiental, en Comfama de Manrique, ella salió a la calle y se encontró la intervención de Barrio Comparsa. Eso no estaba preparado, pero ella se subió conmigo a un segundo piso en la 45 y, con el micrófono del parlante por el que le hacían propaganda a un negocio de fotografías, le habló a la gente y planteó la necesidad de que hubiera una transformación en las condiciones de existencia de la gente; allí se generó inmediatamente una confianza.

G: A partir de la movilización entran los medios de comunicación. Y “Arriba mi barrio” nos visibiliza y nos acompaña paso por paso. El programa comienza a tener conocimiento de los líderes, de la gente, de los grupos organizados. “Arriba mi barrio” se convirtió casi que en el vocero de todas las expresiones y de todo este proceso de transformación que se estaba dando.

Ustedes a comienzos de los 90 le propusieron a la Consejería sistematizar la experiencia de Barrio Comparsa, que al final lograron hacer en 1997. ¿Qué los motivó a hacer esta propuesta en un momento tan temprano de su proceso cultural y artístico?

LF: Era valorar ese movimiento que arrancó con una fuerza impresionante, y era importante que la ciudad tuviera en la memoria lo que ahí pasó. El miedo y el terror construyeron un símbolo del terror: vi casas con tres puertas, la puerta original, una reja y la otra, una cosa horrible con candados y cadenas. Nosotros en la sistematización decíamos “queremos una ciudad más relajada y menos enrejada”.

G: Queríamos tener luces que nos mostraran caminos de acuerdo con lo que se venía realizando. Si se estaban haciendo unas intervenciones dinámicas en las comunidades, que se estaban organizando; si se están teniendo unos resultados, qué bueno poder sistematizar toda esa experiencia organizativa, de contenidos y demás para formalizar y mostrar más claramente el camino que había que seguir.

¿Qué sucede con Barrio Comparsa cuando termina el proceso de la Consejería Presidencial para Medellín?

LF: Entre 1997 y el 2004 aparecen todas las políticas de juventud, y van transformándose las formas oficiales: la Alcaldía comienza a adquirir una naturaleza de lo público cuando van naciendo secretarías como la de Cultura y Juventud, además de toda esa movilización del presupuesto participativo.

G: Ha habido una mayor apertura: surgieron organizaciones juveniles, organizaciones culturales. Indudablemente el proceso espontáneo de la cultura continúa y eso no lo va a parar nadie.

LF: En el 2004, en la administración de Fajardo, él tuvo una actitud muy incluyente con nosotros y me nombra representante ante el Consejo Territorial de Planeación. Para mí fue un cambio psicológico el pasar de la calle a sentarme 20 horas en un computador –con el apoyo de la Cámara de Comercio– a construir y revisar el Plan de Desarrollo de la ciudad, ver cuáles eran las políticas, las ideas y de qué manera se iba a transformar eso. Para mí fue una enseñanza grandísima.

Pensamos en un Plan de Desarrollo Cultural para la ciudad, y logramos conceptuar que había que meterle recursos a la cultura, y usted vio lo que pasó: se creció el presupuesto de la cultura y más organizaciones culturales de los barrios fueron incluidas a partir de las convocatorias, una movilización que continuó con la administración de Alonso y se frenó con la de Aníbal Gaviria.

Yo iba a entregar en el 2004 y Alonso Salazar me propone que continúe porque íbamos a la mitad de la idea. Yo terminé trabajándole ocho años a la ciudad, porque los Consejeros Territoriales de Planeación no tienen cheque ni salario, sino escuchar de los sectores las propuestas para la transformación.

Que yo estuviera ahí fue un aporte muy grande de Barrio Comparsa y de las organizaciones comunitarias. El resultado: el acuerdo de Cultura Viva Comunitaria que salió en el 2011, un Plan de Desarrollo Cultural con unas líneas estratégicas que deben revisarse de nuevo y permanecer en el proceso. La entrega del Taller de la Alegría para los muchachos de la ciudad, y el reconocimiento a Barrio Comparsa con una metodología.

Autor: Carlos Mario Cano R.

Comunicador Social – Periodista, ahora en la brega de estudiar Gerencia Social. Cuenta historias, dicta talleres a estudiantes de colegios y le gusta la cocina (cual caldo primigenio, piensa que todo comienza en ese espacio de creación).

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