CULTec. Ensayo de artes electrónicas
Hace unos días se vendió vía subasta la primera obra realizada por un dispositivo operando bajo principios de Inteligencia Artificial, presentada a la casa Christie’s (@ChristiesInc) por un grupo de «artistas» franceses @obv_ious quienes se dice usaron código tomado de GitHub (repositorio de software). Una gran polémica se dio alrededor del tema de la autoría ya que la “pintura” fue elaborada por un sistema algorítmico y el código lo escribió alguien que no recibió ni el crédito por el software utilizado para la generación de la pintura vendida en $432,500 USD, según el hilo donde se da la discusión en Twitter:
Al plantear la pregunta acerca del cruce entre arte y tecnología debemos obligatoriamente poner en el horizonte esa capacidad maquinal que logra hoy predecirnos, vigilarnos y aparearnos (Tinder o Grindr para empezar). Una mirada que ha invadido cada espacio y letra escrita e intenta mapear toda intención o pensamiento vía el auto corrector y el sistema de búsquedas, basado en TPU del lado de los servidores/datacenters de Google aprendiendo de miles de millones de aparatos Android en todo el planeta. Así termina eso que alguna vez se definió como privacidad. ¿Y dónde quedó el Arte?
Si se asocian estas consideraciones al contexto de los Estímulos a la creación en arte y cultura de Medellín, se puede decir que es un poco tarde, inocente y muy torpe lo expresado en la presentación de la beca Cultura tecnología, tecnología cultura ofrecida el presente 2018 en nuestra ciudad:
«PRESENTACIÓN La Cultura ha sido – y será- un fenómeno catalizador de tu propio tiempo y como tal, sus formas de hacer siempre han cohesionado las influencias del medio, para generar nuevos modelos de expresión simbólica, pero también para reinventarse constantemente. La Secretaría de Cultura Ciudadana, atenta a las fusiones, complejidades y retos que los avances tecnológicos le ofrecen a la cultura y a las posibilidades estéticas y reflexivas que la creación cultural le aporta a los medios tecnológicos, promueve estímulos en las que estas fusiones de dos vías se puedan dar.»
Idea simplista (y difícil de leer) que pretende hacernos creer que desde la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín podemos redefinir el curso distópico que describe hoy nuestra historia y por consiguiente la del Arte, la Filosofía, la Poesía y cualquier otro tipo de saber o placer nacido del antropocentrismo. No fue el «hombre» quien controló el fuego. Fue el fuego quien utilizó al hombre (como medio) para devenir electricidad, impulsos de electrones operando en sistemas binarios, hexadecimales, cuánticos sobre silicio i/o cualquier otro mineral raro (rare earth) superconductor para conseguir sacarnos de la ecuación.
Es la responsabilidad de la Secretaría de Cultura promover las prácticas artísticas pero si no consigue definir el campo de acción será tal vez mejor regresar a la beca inicial (las abiertas consecutivamente desde el 2006 al 2008, enmarcadas dentro de las Artes Visuales y bajo la modalidad «Nuevas Tecnologías») y dar el apoyo económico sin delimitar con categorías fallidas un “objeto” y una “presentación”. Ya en esa época (2006) se debía hacer la revisión a eso de lo «nuevo», ¿acaso pretensión de una ciencia positivista, nacida de bombas nucleares o bombas inteligentes, guiadas desde los Alamos, Palo Alto, Cupertino o el M.I.T? ¡Al contrario! En nuestros contextos sociales y culturales deberíamos valorar esa ciencia de garaje, el saber del todero en medio del ‘reblujo’, del espacio donde se experimenta y recicla con alma y pasión ritualistica o de hambre, donde la tecnología no es ajena o importada. Términos como «low tech», «new-tech» o «high-tech» reducen estos saberes a viles intenciones comerciales de alienación (lease hoy upcycling o dizque «innovación») que bien sabemos desvirtuar con el corto circuito, el ruido de señales y la re-apropiación que queda demostrada en formas de hacer que involucran viejos e inestables medios o tecnologías.
Antes, en el vocabulario tendencioso del arte y la tecnología también se renombraban palabras como “multimedia”, “interactividad” o “virtualidad”; en el presente “Blockchain” y “Bigdata”, y otras que en la convocatoria de este año pretenden definir el área de investigación y trabajo del becario en la ciudad más innovadora del planeta. Así, tal cual, quedó expresado en los lineamientos:
«(…) Dichas prácticas deben pueden hacer alusión a: Mapeo online (georreferenciación), Robótica, Arduinos, Aplicaciones móviles, Mapping, Sensores de luz, movimiento, temperatura, etc. Cualquier otra posibilidad»
Nótese lo falto de atención. No sabemos qué tipo de categoría es «Mapeo online», tal vez el uso de “Locative Media”, de deriva situacionista o investigación psicogeográfica nos dé más pistas que la simple palabra geo-referenciación (útil sí, para medir potreros). Pero, ¿online? ¿Qué es “Mapeo Online”? ¿Acaso se refiere a tiempo-real? Ahora, robótica es en sí una área gigante que demarca distancia por su intencionalidad funcional aplicada y podrá ser más confusa que esclarecedora para el artista que quiere aplicar a los apoyos. ¿No es el propósito del texto arriba citado ayudar a definir y extender los límites del arte en nuestro contexto? ¿Acaso pretende la palabra «robótica» abarcar esas, las máquinas inútiles que se auto-destruyen y hacen parte de la Historia del Arte (Europeo)? O se trata de reírnos de ese robot «Sophia» que recibió el «paisaporte o pasaporte paisa» del Alcalde Federico Gutiérrez, tal vez confundido por su antropomorfismo.
Todo esto nos sirve para recordar el famoso «Turco Mecánico» de 1769, ese que siempre ganaba jugando al ajedrez porque había un experto ajedrecista escondido debajo de la mesa. El «Arte del engaño» como “innovación tecnológica”, y no al revés, como pasa desafortunadamente en nuestra ciudad, donde la innovación es usada para propaganda, engaño sin arte. Dudo pues que a eso apuntara la palabra Robótica en la definición de la beca, me gustaría imaginar una para precisamente criticar desde el arte todo tipo de domesticación mediada por la tecnología. La siguiente palabra propuesta en el objeto es «Arduinos», así en plural, cuando se trata de un nombre de marca, debida a un micro-controlador diseñado en Italia pero fabricado y clonado por millares en China.
¿Deberá entonces el jurado de dicha categoría valorar con alto puntaje las propuestas que usen solo el micro-controlador de la firma Arduino? ¿Tendrá el/la artista más posibilidades de ganar una de las becas? ¡El arte supeditado a la marca de la tecnología a usar! Error de definición del área en cuestión como también de comprensión de la tecnología sugerida. Por último, en dichos lineamientos de la convocatoria vemos un listado de sensores, «buzz words» del presente cercanas al “IoT” o Internet de las Cosas, donde sensores puestos en red causan gran sensación (tostadoras inteligentes, robots que vuelan dentro del hogar o más complejo aun, voces que hacen reservación de citas, o una webcam que muestra cómo un vibrador se “excita” al recibir tokens de donaciones -online-). Tal vez sea más efectivo e importante incluir las palabras clave «Bio Hacking» y permitirnos imaginar el uso de dichos sensores para observar aspectos como cantidades de mercurio en el agua y los alimentos que consumimos o por suerte para todos, la calidad del aire, esa misma que el proyecto «AQA» ganador del presente año bien logra medir en términos de ayudarnos a recuperar una consciencia perdida que no nos deja percibir qué respiramos en la ciudad más ______ un aire putrefacto que nos cuesta billones en salud.
En este sentido, sería una responsabilidad (capacidad para responder) de las y los programadores o artistas hacer aproximaciones tecnológicas que catalicen dinámicas sociales, que nos permitan desde lo sensible del arte un pensamiento crítico, generando distanciamientos de la noción de autoría y obra mientras nos acercan al proceso y la colaboración; de los manifiestos a los tutoriales (how-to) o mejor a la valoración del proceso y documentación como lugar de la obra. Si apenas empezamos a estar preparados para el trabajo de colaboración entonces las obras de dicho curso están por venir y tal vez esa práctica será la de definir su propio nombre y categoría como actividad creadora.
Una noción de “Arte y Tecnología” deberá ser parte del proceso que busca mover los límites impuestos por una educación colonizadora en las mentes de las y los programadores, esa impuesta por la industria del entretenimiento y la guerra. Después de esto vendrá mucho mejor código que podrá ser juegos, plataformas de colaboración, software social, virus y hacks de apropiación, y también, algo de arte. ‘Abrir la caja, romper el manual, re-escribir el código’. Infraestructuras vivas, activas y listas a recibir todos lo afectos que queramos transferirles. Evolución e involución que crece y se reduce según necesidades y conocimiento situado.
“Conformamos grupos a veces tan fuertes como bandas delincuentes. Demarcamos un mapa, reclamamos territorios que aunque no sean reconocidos, existen, parcialmente despoblados, desplazados. Y aún hoy, cuando navegamos sin usar nuestra propia bandera, se mantienen,“
Tomado de “Crónicas de la guerra de las culturas” de Avital Ronell
La palabra «guerra», mencionada previamente, no solo se toma en términos de la situación interna de Colombia, la misma hoy que ayer; también se aborda como guerra esa colonización medial llevada a cabo a través de la cultura del espectáculo que mezcla irresponsablemente moda con violencia y entretenimiento. Bombardeo constante desde nuestros propios canales. Las noticias del día que solo disparan des-información. ¿Será posible hacer responsables a quienes proveen dichos contenidos? Sean editores de periódicos, de noticieros, de carteleras de cine, de comerciales, etc. Causantes del tipo de imágenes que se replican ad-nauseam. Por ejemplo, el viejo escáner de tambor que la prensa local presentaba orgullosa en el Medellín de finales de los 80‘s. ¿Qué sistema hegemónico está detrás de su uso?, ¿Qué ideologías ayudó a mantener dicho dispositivo?
Hoy son las bases de datos la extensión del campo de batalla, desde ellas se gestiona el control social, se venden o justifican los «valiosos» argumentos para el desarrollo de productos culturales, se expanden mercados. En las políticas culturales de los gobiernos locales, cada año, junto a las convocatorias de Estímulos a la Creación en Arte y Cultura se abre espacio en el presupuesto para pagar una “paz” temporal en medio de la guerra medial, social y política. Festivales y conciertos gratuitos sirven para articular la ideología de turno y mantener el control. Hoy el posconflicto, antes la paz, y anterior a este eslogan la convivencia, siempre enfocándose a grupos de jóvenes: víctimas y victimarios principales del conflicto armado. Es la música el mejor ejemplo de esta instrumentalización de la cultura. Géneros como el rap y el rock caen en el saco de las iniciativas que, tal como cualquier otro espectáculo, llevan a cabo esa fugaz «misión de paz cultural». Bajo dicha estrategia, es difícil no ver a los artistas trabajando para un régimen, igual que quien firma inocente el contrato con Facebook sin comprender que su supuesta gratuidad es la forma para capturar, explotar contenidos y de nuevo, modelar ideologías. Numerosas exposiciones (ferias) con obra «política» aparecen para criticar al establecimiento, eso sí, jugando dentro de sus reglas y espacios, “críticas estéticas” plenamente acomodadas y asimiladas. En esta “sociedad de control” a la que pertenecemos la cultura no es más que entretenimiento, los museos no son más que un minimercado y los Estímulos a la Cultura son eso, una adicción que hace un artista dependiente. Esperamos entonces que los algoritmos logren darnos obras que sirvan para derribar dichas economías y que suceda como en tantas otras áreas una redefinición total y necesaria de eso que pensamos es el Arte.
¿Y dónde va a caer este misil?
Etiquetas:aprendizaje de máquina, autoría, innovación