Objetos que necesitan manos
Juan David explora con la cerámica. Yamile crea con el cuero. Ambos han sido beneficiarios de los Estímulos al Arte y la Cultura de Medellín en la modalidad de artesanía. Sus proyectos hablan del amor por la ruina, por el tiempo y por los detalles. Esta es la historia de sus creaciones y reflexiones.
En un muro cuelgan una serie de baldosas rojizas que recuerdan los pisos de las antiguas casonas coloniales. Piezas planas en barro rojo cocido, decoradas con líneas blancas. Algunas con bolsillos que alojan plantas, otras con perforaciones por donde pasa la luz y otras de piso, como si alguien con las manos hubiera hecho un hueco en el barro y sembrara allí una planta, de un verde intenso que contrasta con el terracota de la arcilla. Juan David, Miguel y Ever lo llamaron Vestigios y fue el proyecto ganador en la modalidad de artesanía de la décima Convocatoria de Becas a la Creación Artística y Cultural de Medellín en 2013.
Tres años después, en 2016, el estímulo fue para los Zapatos Pensantes de Yamile Muñoz. Sus zapatos hablan de árboles y animales. El cuero cortado en trozos pequeños va formando las hojas de colores y un tronco, también de cuero, bordado a mano en la parte superior de los botines, termina por darle alma al zapato árbol que espera que alguna mujer decida llevárselo puesto. Este fue uno de los 70 pares que hicieron parte de la colección apoyada por la beca y que Yamile aún produce en su taller.
Objetos cargados de sentido
La artesanía es un oficio que se hace con las manos y se moldea con la paciencia, la perseverancia. Con calma, uno a uno, los objetos van tomando forma. Objetos en los que no sólo lo estético es importante sino también su sentido práctico.
Juan David Jaramillo es diseñador industrial y docente de la Universidad Pontificia Bolivariana. Junto a Miguel Arango y Ever Patiño crearon en 2010 el laboratorio de diseño Reforma, que desarrolla objetos y proyectos experimentales de-construidos, doblados, re-formados. Él asegura que la artesanía debe concebirse más allá de la manualidad, entenderla no como una cosa que se hace en términos de la repetición no localizada de un aprendizaje, sino como una técnica, un saber que una persona implementa continuamente y que implica formas manuales de intervención de materiales.
Darle valor a los objetos hechos con las manos, a la producción material de un lugar como expresión de identidad y generar discursos alrededor de esa producción, es un asunto importante para Juan y su colectivo. Si bien él cree que la artesanía no es arte ni gestión cultural sino un asunto de producción material en un medio no industrializado, está convencido de que tiene un valor particular y que la labor de los artesanos es crucial en la construcción de cultura. “Los artesanos de verdad son unos personajes que están en medio de la cultura y a su vez producen la cultura material de un lugar”.
Artistas, artesanos, diseñadores
Yamile empezó 4 carreras universitarias, pero no terminó ninguna. Aunque fue en la Universidad de Antioquia donde se enamoró de la artesanía, no fue necesariamente dentro de un salón de clases. Sonriendo recuerda que la primera vez que entró a la Universidad vio a una chica haciendo sandalias “y eso a mí me encantó. Me encantó mucho. Tanto que yo dije ‘yo quiero aprender a hacer sandalias’ y me fui para las peleterías, conocí zapateros, empecé a preguntar por materiales y me empezaron a enseñar cositas. Entonces fui muy empírica y ahora trabajo con un zapatero que es súper técnico. Yo no, yo me siento más como diseñadora de aplicaciones y de cosas artesanales que artesana”.
El ‘título’ de artesano parece ser uno que sólo le queda a quienes por años y años han adquirido un oficio y lo manejan con maestría. Al menos eso piensan Yamile y Juan David. Si bien producen objetos artesanales en lo que se refiere a una técnica manual de producción de bajo costo y baja serialidad, se sienten muy distantes de ese conocimiento largo y extenso que implica ser un artesano.
“Yo soy diseñador industrial y esa es mi producción en términos de lo material y también la de Ever y la de Miguel. Creo que los 3 consideramos que no somos artesanos. Tal vez en un futuro, después de muchos años de trabajo, que además no tenemos constantemente, uno podrá, aunque me parece muy raro, decir sí, yo soy artesano”.
Ser artesano es también una cuestión de tradición. Sin embargo en la contemporaneidad muchas veces se considera como un sujeto de baja categoría, excluído. Un ‘loco’ que teje manillas, nunca un diseñador que produce ni un artista que reflexiona.
Yamile se cuestiona sobre ese aparente rechazo a la artesanía, pues para ella es una manifestación del arte en lo cotidiano. “Yo creo que ese disgusto o como pereza frente a la artesanía hace parte de una falta de amor propio de la humanidad. México por ejemplo, idolatra sus culturas ancestrales antiguas pero a las vigentes las discrimina, las rechaza y eso precisamente creo que pasa con la artesanía. En el colegio, en la universidad se habla de los grandes artistas pero de lo cotidiano, de lo artesanal, nada”.
Juan David afirma que hay una distinción entre artista, artesano y diseñador pero no necesariamente por niveles de importancia.
“Estoy muy en desacuerdo con quienes piensan que ser diseñador es más importante que ser artesano. Para mí son cosas completamente distintas. Los artesanos tienen un valor muy importante. Yo creo que yo soy diseñador. No me considero artista tampoco, también pongo en valor el arte y por eso digo que evidentemente lo que hago no es arte”.
Sin embargo, diseño y artesanía no son campos aislados. Juntar estos dos saberes genera encuentros muy interesantes de los que salen objetos que parten de reflexiones estéticas y conceptuales que los cargan de sentidos. Juan David menciona con orgullo a Maryory Ruiz, una artesana de la cerámica del Carmen de Viboral que fue guía y mentora para los integrantes de Reforma en este proceso de creación de Vestigios. “Una mujer demasiado tesa en el manejo del material a la que le hemos aprendido un montón de cosas”, agrega Juan.
Pero ese encuentro no siempre es afortunado, especialmente para el artesano, que se convierte en un obrero del diseñador y se le utiliza desde modelos mercantiles de explotación.
“Es escabrosa esa visión del diseño extractivo, diseño neocolonial, que va a una comunidad y dice ‘esto esta muy chimba, hágamelo señor artesano’, le pago una miseria y ya soy el mejor diseñador del mundo. Nosotros tratamos de alejarnos muchísimo de eso. Uno de los ejemplos más escabrosos es la producción de artesanías wayuu, de tejidos wayuu llevados a la alta costura, cosidos y tejidos por indígenas que les pagan una miseria y después se comercializan por mil veces su valor. Eso es muy peligroso”.
¡Nos ganamos la beca!
Tener una idea. Irla conversando y puliendo. Redactar el proyecto. Hacer presupuestos, cronograma, ver que cumple con todos los requisitos. Imprimir. Imprimir más. Correr para que no se cierre el plazo y finalmente esperar el resultado. Así empieza el camino de conseguir una beca de creación.
Yamile se emociona al recordar lo que significó ganarse ese estímulo en artesanía en 2016, sabiendo que era la primera vez que se presentaba. “Para mí fue un super empujón. Una manera de la vida de decirme que siguiera adelante, que confiara, que mis cosas eran bonitas, que sí había potencial y más pues en la artesanía que acá no es tan valorada por la gente. Yo siempre me la paso buscando posibilidades de conseguir financiación para hacer las cosas que quiero”.
Presentarse por primera vez y ganarla es una suerte que no tuvieron los integrantes de Reforma en un principio. Intentaron en 2012 en la modalidad de artes visuales sin éxito. Luego en 2013 aparece la modalidad de artesanía y ahí sí sentían que tenía más lugar el proyecto que planteaban.
“Ya habíamos hecho un proyecto muy largo de cerámica en el que habíamos experimentado mucho, que se llamaba proyecto células. Uno completamente nuestro, no becado en ninguna parte. Ahí sacamos piezas y piezas y piezas y piezas y digamos que ya habíamos cogido un poquito más el ritmo de trabajo de las quemas, del decorado, de la transformación del material, del comprender cómo se hace, cuánto se demora, qué cosas son eficientes y no. Y en ese momento dijimos: aquí aparecen un montón de cosas para esa beca y decidimos hacerlo”.
Juan David sonríe ante un recuerdo feliz, el de cuando se ganaron esa beca que les dió la posibilidad, a él y a su colectivo, de hacer realidad la idea que les rondaba en la cabeza. “Eso es una felicidad muy bacana porque invita a una producción y eso hace falta. Nos hace falta ese marco para empezar a actuar. A veces es un poco preocupante que uno necesite ese tipo de cosas para que algo pase pero es muy interesante porque también está la posibilidad de ponerlo en circulación en Medellín. Para mí son muy potentes esas becas. Uno saca una cosa y ahí se pone. Ya lo que los públicos piensen frente a eso es lo que le da a uno motivación para hacer otras cosas”.
Zapatos que hablan
Yamile saca de una bolsa negra unos apliques en cuero. Un árbol creado con retazos de colores, bordado a mano, que muestra orgullosa. “Estos se llaman zapatos árbol y nacieron con ese proyecto de la beca”, asegura.
Han pasado ya un poco más de 10 años desde que vio a esa chica artesana que la inspiró a aprender la técnica del calzado en cuero y decidió inventarse zapatos que contaran historias. Sabía que eran algo bello porque sus clientes extranjeros los elogiaban, pero no se imaginó que algo tan común, tan ordinario, como los zapatos, pudieran ganarse una beca de creación artística.
“Me voy a inventar algo con lo que me pueda ganar esta beca”, pensó Yamile y comenzó a escribir, a buscar referentes y a diseñar aplicaciones que haría a mano y pondría en cada uno de los pares que propuso para su proyecto Zapatos Pensantes. “Yo ya tenía la idea hace varios años porque ya venía trabajando sandalias y zapatos. Entonces dije, ‘le voy a meter algo así como bien intelectual, como más académico, yo me gano esa beca como sea’ e hice un proyecto larguísimo, como de 100 hojas, pasé bocetos de todos los zapatos. Propuse ¡70 pares!”, exclama emocionada.
Ese año fueron dos los beneficiarios de la beca en artesanía y Yamile descubrió que había exagerado un poco con su propuesta, en cuanto a la cantidad. “ Fue muy charro porque yo me di cuenta que por querer ganarme esa beca dije ‘me esfuerzo, me quemo las pestañas, como sea’ y el otro que se la ganó propuso una sola obra, una talla en madera. Al principio pensé ‘no, pero qué es esto tan desigual”. Sin embargo Yamile siguió feliz con su proyecto, terminó la producción y aún hoy hace algunos de esos zapatos pensantes por encargo.
El taller lo tiene en su casa. Una de las habitaciones del apartamento que comparte con su hijo Tomás es el lugar donde crea todo eso que sueña. Al lado de la máquina de poste están las hormas de diferentes tallas, las suelas y las capelladas listas para ensamblar. Sin importar sus pequeñas manos de 4 años, Tomás ayuda con algunos de los pasos del proceso. Él y su marca Patetigres son lo que impulsan a Yamile a crear.
“Este es mi proyecto de vida, es mi economía, yo vivo de esto. El reto es poder encontrar la sostenibilidad sin dejar de hacer en esencia lo que es, artesanía”.
Ahora, dice, quiere legalizar su empresa y verla crecer, al igual que a su hijo. Sueña también con ganarse una beca de circulación para llevar sus creaciones a Europa. “Los europeos son súper metódicos con el dinero, ellos no gastan en unos zapatos si no son los zapatos de sus sueños y a mí me los compran entonces yo siento que, si estos que son tan amarrados me compran los zapatos, pues es porque son muy lindos”.
“Para mí fue un super empujón. Una manera de la vida de decirme que siguiera adelante, que confiara, que mis cosas eran bonitas, que sí había potencial y más pues en la artesanía que acá no es tan valorada por la gente. Yo siempre me la paso buscando posibilidades de conseguir financiación para hacer las cosas que quiero”.
Una ruina necesita tiempo, tierra y muerte
A Juan le gustan las ruinas. Esos restos de objetos o de espacios en los que el tiempo va dejando una huella y que comienzan a agrietarse. Lo suyo es la reflexión académica de los asuntos de la estética contemporánea y fue desde ahí que encontró valor en las ruinas. Un valor que trascendía lo estético y apelaba también a la memoria y la identidad.
Después de haber recopilado durante un tiempo imágenes de esos espacios en ruinas que las caminatas por la ciudad le iban regalando, y de encontrar en ellos unas fuertes presencias naturales, decidió compartir con los demás integrantes de Reforma estas reflexiones y pensarse juntos un proyecto alrededor de los vestigios, para generar un sistema de objetos con producción artesanal cerámica.
“Vestigios era una forma para recomponer una ruina contemporánea. Hacer de ese asunto ruinoso una exploración del material, una exploración de la cerámica, de lo que pasa con la cerámica tras la producción, de lo que afecta el tiempo al material. Una reflexión desde nuestra perspectiva del objeto cotidiano”, afirma Juan.
Tuvieron muchísimas experiencias con ese proyecto que sigue ocupando un lugar especial en la memoria. Lo que más recuerda es que la cerámica les enseñó paciencia y desapego.
“Uno está en el horno y se escucha quebrar y uno ya sabe que ese sonido puede ser que todas se quebraron porque una se cayó y tumbó a las demás u…Otra cosa. Hay que esperar. Esto no es una extrusora de plástico. Esto no es para sacar 100 mil unidades en una semana. Esto es sacar 25 piezas muy bien hechas en 2 meses y tratar de hacerlo bien. Abrir el horno y ver quebrado, ver piezas pegadas y volver a hacer, volver a empezar”.
Pasados esos meses de quemas, quebrazones y de reintentar una y muchas veces más, lograron terminar las piezas propuestas y llegó el momento de exponerlas. Una de esas exposiciones fue en el edificio de la Naviera en Medellín. El montaje fue sobre una pared falsa donde colocaron las baldosas cerámicas en barro rojo y en el piso instalaron otras que recibían todo el agua que caía del jardín vertical. Las piezas arruinadas, producto del proceso, también hicieron parte de la muestra.
Al año siguiente, 2014, Vestigios obtuvo uno de los premios de diseño más importantes del país, el premio Lápiz de Acero en la categoría diseño artesanal.
Hoy, algunas de esas materas vestigio cuelgan en un muro de la casa que Juan David comparte con su esposa y el tiempo se ha encargado de enmohecerlas, de llenarlas de ese mugre que les hace la humedad y que les borra el decorado. Hoy se han vuelto vestigios de esos vestigios y eso a Juan le parece hermoso.