Mutante, la librería de los procesos inversos
La política de la Librería Mutante es que no se cobra nada a los escritores sobre la venta de sus artefactos literarios. Aunque bien dice el Tao que lo suave vence lo duro, frente a este gesto de valentía es esencial hacer la pregunta predecible: ¿cómo funciona esa economía entre la maquinaria Amazonica, conglomerados editoriales, colegas independientes y reformas tributarias?
Hace ocho meses se juntaron Zarigüeya Editorial y Fallidos Editores bajo la misma buhardilla de un local del Centro Popular del Libro, ubicado en el tradicional Pasaje La Bastilla. Allá, en Junín con Ayacucho, montaron la Librería Mutante que hoy sobresale por su colección de ciencia ficción local.
“Somos editoriales de autores, no de editores, que estamos aprendiendo a hacer mercadotecnia”. Camilo De Fex, escritor y cofundador de Zarigüeya, nos habla de la morfología de este cálido lugar, donde además se hacen talleres, intercambios de títulos con otros países de Latinoamérica y se invierten recursos públicos obtenidos en becas estatales, para comprar libros de segunda y regalarlos a nuevos lectores.
¿Cuál es el mito fundacional de la Librería Mutante? ¿Cómo se encontraron autores y editoriales en el Pasaje La Bastilla?
Camilo De Fex: Fue una coincidencia. El año pasado (2017) yo estaba en la Universidad de Antioquia con los libros en el suelo como los hemos vendido siempre, y llegó un man de Granada, un pueblo del oriente de Antioquia, y nos invitó a que fuéramos a la primera feria del libro de allá.
Y nosotros como “no, qué chimba”. Yo no pude ir, pero sí fue otro de los muchachos de la editorial con una amiga. En Granada conocieron a otra persona que invitaron del Centro del Libro que es un refilador. Un punkero que se llama Estiven, es de aquí de al lado [del local de la Librería]. Y entonces cuando ellos volvieron a Medellín, justo nos habíamos quedado sin refiladora, y empezamos a venir al Centro Comercial del Libro a refilar. Entre todas las refiladas nos volvimos amigos de Augusto, que es el señor de al lado de nosotros, de la librería Pigmaleón, y un día vimos que este local estaba vacío. Le preguntamos de quién era, y con la bendición del man nos lo alquilaron. Al principio teníamos nuestras cosas y libros de segunda. Y fue con la gente que empezó a llegar que la librería se puso super bonita. Realmente esto es bonito por la variedad de cosas que hay. Y que tienen un poco que ver con el asunto de no cobrarles a los escritores por los libros que venden. La gente dice “De una, hagámosle”.
¿Qué tipo de autores y literatura hay en Mutante?
CD: Tenemos literatura de horror, de ciencia ficción, literatura fantástica, juvenil o urbana. Medellín está muy presente en todos los textos, sobre todo de gente muy joven. Además de eso también hay una serie de publicaciones que han estado viniendo de la periferia. Marinilla, Abejorral.
Hay un muchacho en Girardota (Antioquia) que se llama Mauricio, que es de la editorial Zarigüeya, y él escribe en varios códigos, pero le gusta mucho el género. Tiene un cuento corto que se llama “Lucha contra el viento”. Hay un terremoto en Girardota y la tierra se raja. La historia está relacionada con la minería, aunque el man nunca se pone panfletario. No explica por qué ocurre eso, sino que hay una sensación de que la naturaleza es mucho más fuerte que el hombre. El personaje principal va a ver la tarjadura y hay un derrumbe. Él no es una persona de tierra ni de montaña. Se considera una persona de viento porque es un maestro de ala delta y tiene una retráctil, ese es el factor más ciencia ficción. O sea, pasamos de los cohetes, máquinas teletransportadoras, a simplemente un morral que de alguna manera tiene un ala delta retráctil. Es verosímil.
Este muchacho tiene una idea muy mística sobre el vuelo, sobre el aire, es muy poético, y a la vez combina eso con un contexto totalmente del presente en Girardota. Al lado de este hombre pájaro vemos personajes como una señora de la alcaldía, unos bomberos rescatistas, unos niños del pueblo, la gente de la vereda. Y así da una sensación disonante en el sentido que uno sabe que eso ocurre en Colombia, pero hay un elemento fantástico que es el personaje en sí.
¿Qué roles hay en una librería como Mutante?
CD: Nosotros en Zarigüeya somos cinco. Pero vinculados con la librería, sólo tres. En Fallidos es sólo una persona, pero él mueve cosas por otro lado. En una librería tradicional hay una especie de administrador y libreros. En este caso los libreros son los administradores y también son autores. La idea después de este año es que los autores vengan cada tanto a hacer el papel de librero, a conocer el material de los otros, y en esos momentos en que están ellos, pues tratar de vender su obra que es lo que más conocen.
Entonces la idea es como ir juntando todos los roles dentro de la cadena de producción de un libro en una sola misma persona. Que una misma persona sepa escribir indudablemente, armar los libros y ser capaz de venderlos también.
Es una nueva forma de hacer las cosas dado una nueva circunstancia tecnológica. Y es que antes se necesitaba mucha gente para mover un libro. Porque digamos, para mover un libro hasta Argentina había que mandarlo en un container. Pero ahora uno puede enviarlo por Internet e intercambiarlo por una obra de alguien allá. Hacer un intercambio que no pase por la plata sino por el contenido del libro y así uno vende lo de él acá, o lo de ella, y al revés.
Sin esos intermediarios, ¿los autores que publican con Zarigüeya o que venden en la librería Mutante tienen mejores ingresos?
CD: Sí, claro. Porque por ejemplo con los autores de nuestra editorial, que recientemente ha habido unos que no son parte del grupo original, funciona siempre esa dinámica, y tal vez vaya a ser así cuando el autor aprenda a hacerlo.
Hay un libro que sacamos hace poco de la editorial porque el autor no se compromete tanto con el libro. Entonces nosotros en el afán de sacar otras cosas, pues lo dejamos quieto. Pero, también recientemente, le publicamos a otro muchacho y él se apersonó del asunto.
Entonces compartimos el sello de la editorial, le ayudamos a diagramar y a hacer la corrección de estilo. Nosotros sacamos unos muy pocos para tener acá en la librería. Y él realmente es el que se está encargando de promoverlo. A él una copia del libro, hacerla, le vale alrededor de mil pesos. Y la vende en 10 mil. Son 9 mil pesos de ganancia. De hecho ahí queda fácil pa’ hacerlo con el 100%. Es decir, el libro a él le vale el 10% y le gana el 90% porque no hay ningún intermediario. Y porque la labor nuestra como editores, como correctores de estilo y diagramadores, se paga con lo que vendamos acá de él, y con el asunto de tener en el catálogo algo que nos gusta también.
¿De qué manera se integran los autores y los lectores la dinámica que ustedes proponen ustedes?
Mucha gente viene y los deja. Hay gente que ha dejado este año y nunca volvieron. Ahí está la plata igual, pero sí hace falta que haya un flujo más constante de ellos por acá en la librería, pues para que puedan ver los frutos de lo que se ha estado vendiendo de ellos.
Pero sí, muchos de los autores y de las editoriales sí se han comprometido bastante a niveles no comerciales con el espacio. Que es sobre todo la conversación, el diálogo, incluso el debate. Por ejemplo con los talleres, los talleres empezaron desde antes del estímulo [Beca a la creación de la Alcaldía de Medellín], sino que era algo mucho más sencillo. La gente venía con sus libros, leíamos algo y hablábamos de lo que leíamos. Era como una mesa de redacción.
Entonces sí, yo creo que lo importante no es tanto la venta y estar pendiente de la plata, sino construir un lugar en el que la literatura no pase por el asunto de ser buena o mala sino de que todos estemos aprendiendo sin importar el nivel en que cada uno esté.
Y con los lectores, está la posibilidad de que ellos también interactúen con la obra, que ha pasado mucho y es que a partir de lo que el lector piensa de las obras, las obras mutan.
Todos esos intermediarios son en realidad puras paredes entre el autor y el lector. Cuando uno derrumba esas paredes se consigue algo muchísimo más humano, que no tiene que ver tanto con una dinámica comercial sino con una dinámica social.
En estos “modelos” de trabajo colaborativo, plantear (y escribir) proyectos en conjunto es todo un reto. ¿Cómo formularon y en qué consiste la propuesta de fomento a la escritura, lectura y oralidad que hicieron con los Estímulos de la Alcaldía?
CD: Realmente la iniciativa surgió de Zarigüeya. Pero al comentarla, antes de escribir el proyecto, se juntaron el editor de Fallidos y los de Paradoja que no los había mencionado, también es una de las editoriales que más se ha metido acá. Lucas es uno de los editores que ha dado más talleres y han sido increíbles, y de hecho la idea de darles continuidad va muy de la mano con ellos.
El fuerte más grande del proyecto es la escritura, porque la mayoría de talleres son de escritura. Entonces se asumieron bloques temáticos por 4 sesiones de 2 horas. Han habido talleres todos los viernes de cómic experimental, cómic autobiográfico, cómic silente, de poesía, poesía maldita, antipoesía, la poesía y el espacio.
Antes de la entrevista mencionaste otro ejercicio de escritura que están haciendo sobre ciencia ficción local basada en tecnología del “tercer mundo”. ¿De qué se trata?
Ah bueno, el taller de ciencia ficción fue el más experimental y en ese sentido los resultados no son tan concretos, pero aguanta repetirlo justamente por eso. La idea era dejar de pensar en el futuro y en lo lejano espacialmente, para pensar en lo local y en lo actual como posibilidades de ciencia ficción. Por ejemplo la señora en la chaza con el celular de última generación en internet. Eso ya es ciencia ficción. La ciencia ficción que surja aquí va a ser más o menos fantástica, porque no comprendemos la tecnología que utilizamos, que es un poco magia. Entonces el taller tiene un enfoque fantástico en torno a cómo interiorizamos en el tercer mundo la tecnología que no producimos pero que sí usamos.
¿Qué más va a pasar con todas las creaciones que salgan de los talleres?
CD: La idea es que tanto los procesos como los cuentos finales, de al menos de la gente que nos mande, salgan en una publicación. La publicación va a tener los productos. Cada tallerista va a hacer una especie de presentación de los talleres, para que la gente entienda qué es lo que está leyendo.
Y también va a haber un texto investigativo en torno a lo que hemos descubierto este año en la librería sobre qué se está haciendo, qué se está publicando, las editoriales que más publicaciones tienen, autores, e.t.c. Es un texto investigativo que surgió durante la beca. Tiene que ver más con la lectura y lo hemos imbricado los sábados con el club de lectura. Que ha sido leer lo que tenemos acá en la librería con gente que viene. De esos clubes de lectura también se ha ido alimentando esta investigación que va ya por los lados de una lectura más bien crítica. El primer paso es hacer una lectura curiosa, que es la que se esfuerzan en promover mucho desde la Secretaría [de Cultura].
Pero la lectura no puede quedar ahí. La lectura es algo más complejo porque también es creación. Es decir, el lector cuando lee algo realmente está siendo autor. No va a entender exactamente lo que dijo el autor, va a agregarle cosas de su vida personal. Entonces es ver la lectura también como una forma de autoría. Ese es el enfoque que le dimos en el proyecto a la lectura.
Y ya la parte oral han sido unos conversatorios. Es quizá es lo más flojo dentro de todo el proyecto, porque son apenas 4 conversatorios, los queríamos grabar y dejarlos como un podcast pa’ internet. Pero nos hemos concentrado más en la producción escrita y en su consumo.
La dinámica de las residencias son más comunes para los artistas visuales. ¿Cómo fue tu intercambio de literatura en Martadero, espacio cultural de Cochabamba, Bolivia?
CD: Llevé material de la Librería Mutante a Cochabamba para un evento que se llamaba Tinta Quemada para intercambiar, regalarlos y comprar allá, y a la vuelta también regalar en Medellín eso que había comprado en Bolivia. La idea era un poco contextualizar a la gente que se fuera a llevar el libro: qué era, de dónde venía, quién lo había escrito…. Generar generar unos lazos de amistad o de lectura entre gente de Bolivia y Colombia.
De eso vamos a publicar una novela y un poemario de unos chicos de Cochabamba, y a cambio ellos van a publicar algo de nosotros allá. La distribución ya no es la de antes. No es tanto que un gran músculo de capital mueva los libros, sino que nosotros mismos individuos lo hacemos a través de internet y los imprimimos, los armamos, los vendemos, a cambio de la obra de otro. Es decir, la obra viaja por la luz. Y ya luego cada quien se encarga de armarlo materialmente.
¿Cómo es la relación de ustedes con otras editoriales? No sólo acá en Medellín, sino en Latinoamérica… Bolivia, Perú y Ecuador que es lo que sé que más conoces.
CD: Pues todo esto es como un asunto de amistad y de parche que la verdad lo aprendimos del mundo del cómic. Porque ellos llevan una tradición más corta, un siglo como mucho. Entonces la gente que hace cómic en Medellín y en Latinoamérica en general no está tan empeliculada en la trascendencia de las vueltas que están publicando. Ese mismo no empeliculamiento hace que sean menos ególatras y que se junten más. Y que digan como “ah bueno, yo voy para Trujillo en Perú, entonces yo tengo allá unos amigos de unos amigos y ellos me reciben” Así se mueve mucho el asunto del cómic. Y nosotros hemos aprendido un montón de eso porque en Popayán hicimos amigos, en un viaje que hicimos a Ecuador el año pasado, en Cali también, ahorita los parceros de Popayán vienen para acá, los vamos a recibir en nuestra casa. Son redes más humanas. No tanto como “ah bueno, entonces yo voy con la editorial y me pagan un hotel”. No. Es más un asunto de amistad. Entonces con el viaje a Bolivia, conocí muchas editoriales que se mueven de la misma manera.
¿Qué piensas de los Estímulos a la creación que gestiona la Alcaldía?
CD: Es complicado porque si no hay plata para cultura, mal. Si hay plata, es para sobrevivir, y también es como trabajar para el estado, ser un artista del régimen. La mayoría de nuestro público es gente joven, que tiene unos ideales más o menos como los nuestros. Entonces a la hora de marcar todo lo que uno hace con los logos de la Alcaldía hace que se pierda algo de credibilidad. Sobretodo en el mundo de la autogestión. Pero, por otro lado, la librería no habría podido subsistir sin la beca. Son paradojas. Uno tiene que tal vez purgar de moralidad.
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